Una profesional Crespense dicta talleres en la Unidad Penal 1 de Parana:
Mujeres que eligen la cárcel y el manicomio
Se trata de la Crespense Gretel Schneider quien junto a Laura Lavatelli trabajan en escenarios duros por elección. La fascinación y la intriga en torno a la cárcel y el manicomio. Las historias que acompañan la tarea y dejan huellas en el cuerpo. La percepción nítida de una sociedad cruel. El compromiso de las mujeres que eligieron justamente esos lugares que nadie quiere ver.
La alegría es una bandera para los comunicadores que trabajan en el Hospital Neuropsiquiátrico Antonio Roballos. La alegría y la intensidad. Laura Lavatelli, licenciada de 28 años, madre de dos chicos, pasa buena parte del día en la institución donde algunos intentan curarse de adicciones, dolor, melancolía, historias, abandonos y donde otros, sencillamente, permanecen.Ella está ahí en acción permanente, desafiando el paisaje y los escenarios adversos: sonríe y contagia.Gretel Schneider se desenvuelve en la cárcel con una suavidad que parece de otro universo, pero ahí está, detrás de los muros, con 28 años, absolutamente rubia y tranquila, intercambiando ideas y colores con los internos mientras transcurre la escena en que se pinta el mural que ya casi cumple un año en la Unidad Penal Nº 1 de Paraná.Laura y Gretel comparten la edad, la profesión y también una elección: la de trabajar en lugares de marginalidad y encierro. Escenarios duros, que la mayoría desconoce, evita y, en lo posible, olvida completamente, como si no existiera ni la gente que allí habita, ni la sociedad que allí los dejó.“Yo llego al hospital por la pasantía académica, con ganas de conocer ese lugar y partir de ahí presentamos un proyecto y con eso empezamos a trabajar”, dice Laura, que ya hace cinco años se desempeña en el área de Comunicación del Hospital Roballos junto a Mauro Gieco, produciendo entre otras actividades, el programa de radio La Bisagra que se emite por Radio Cualquiera de Paraná.“Calculo que me generaba curiosidad el lugar y cuando lo conocí me apasionó”, sostiene y revela que “yo entré por la pasantía y no esperaba quedarme a trabajar, pero ahora siento que no me voy a despegar nunca por la marca que me generó a nivel profesional, pero también personal. Esto te abre la cabeza y entras a pensar de otra manera qué es la locura y quiénes son los locos”.
Atracción
Gretel también llegó a la cárcel a través de la facultad y el vínculo se mantiene desde un taller creado en 2005 que se llama La Hora Libre y que convoca a unos 20 internos, más diez profesionales que se reúnen todos los jueves. La radio abierta Chamuyo, el mural que ahora viste uno de los paredones del penal, son apenas la superficie de un trabajo que apunta, entre otras cosas, a “liberar la palabra” y crear “lazos”.“Creo que la cárcel es un lugar que llama la atención porque está oculto. Estos sitios de reclusión generan un poco de fascinación al principio, la cárcel es un tema que atrae, hay películas, notas, programas de televisión que se dedican al tema, justamente porque genera intriga”, analiza Gretel y consiga que “ingresar implica aproximarse a esa realidad, no sé si conocerla, pero sí tener una idea de qué es lo que pasa, de cómo son las relaciones y cómo funciona la convivencia forzada. Y también empezar a pensar otras cosas, que te generan también otro compromiso”.
Impacto
Lo primero que impacta, dice Laura Lavatelli, es el contraste entre lo que uno cree que conoce acerca de la locura y el encuentro cara a cara con la enfermedad, sin prejuicios. “Empezás a entender la locura como una enfermedad, como un momento en la vida de una persona, como proceso que puede tener sus mejoras y recaídas. Entender al loco, no como ese personaje espectacularizado, sino como el tipo que sufre porque no llega a fin de mes, porque no tiene laburo o no se siente útil”.En la cárcel el impacto excede los altos paredones y las rejas. “Cuando conocés un ámbito carcelario te das cuenta de que las relaciones y la violencia funcionan como en todas partes”, sostiene Gretel y cuenta que si bien el taller comenzó como un dispositivo para crear piezas comunicacionales y liberar la palabra, con el tiempo se concentró en “crear lazos entre el adentro y el afuera”. “Es lo que hace falta —sostiene— como existen los prejuicios afuera de la cárcel, ellos tambien tienen prejuicios para los que tuvimos otra suerte”.
Compromiso
“Trabajás con personas y con personas que sufren mucho”, define Laura y Gretel reconoce que no son pocas las veces que la angustia se absorve y se arrastra hasta casa y se queda por horas y también por días.“Yo al principio me había habituado a escribir, volvía a mi casa y hacía una catarcis de escritura con todo lo que sentía, lo que me había pasado, lo que había visto, como una necesidad de descarga y de alejarme un poco de todo eso. Después me fui habituando, también hice terapia. Pero es un bajón saber que vos seguís tu vida afuera y ellos no, que en Navidad estás con tu familia y para ellos no hay nada”.Laura dice, directamente, que “se siente en el cuerpo” el trajín que genera el compromiso y supera las funciones de un comunicador. La necesidad de dar un paso más para ayudar a curar y saber al mismo tiempo que el horizonte es siempre incierto y difuso. Además está el lugar, ese lugar.“El hospital, por muchas reformas que tenga, es un lugar feo para estar, a lo sumo es un lugar para estar un tiempo e irse y hay mucha gente que vive ahí”. Gente que se queda ahí cuando ella se va. Gente olvidada, por una “sociedadque habilita que haya personas sin ningún contacto con el afuera porque no hay nadie”. Todo eso, dice, “te pega en el cuerpo”.Lo que duele, en fin, es la crueldad “de una sociedad que permite que haya gente depositada en un hospital”, dice Laura. Y que reitere permanentemente su pedido “de más encierro, porque todo el mundo pide cárcel sin animarse a saber de qué se trata eso”, analiza Gretel.
Un Paso
Los médicos, los psicólogos, los psiquiatras, guardan lo que se llama una distancia profesional, que los comunicadores se empeñan en detonar en el primer contacto. La construcción se da en la proximidad y en la confianza. Por esa razón las carátulas de la historia no tienen gran significado para Gretel y los diagnósticos ostentan un valor relativo a los ojos de Laura. Las profesionales trabajan con el interés creativo de sus talleristas, con el deseo de salir adelante y dejar atrás el dolor.“A nosotros no nos interesan las causas penales de los que participan de nuestro taller, pero tarde o temprano, el lazo, la instancia de trabajo, hace que estas cosas, como otros muchos relatos, se vayan liberando. Y ahí empezamos a escuchar y a conocer. Pero no lo conocemos por esa carátula, sino que esa historia forma parte de una historia que esa persona quiere dejar atrás”, cuenta Gretel.En ámbitos difíciles y definitivamente adversos para la esperanza, los triunfos que alimentan las ganas de seguir, radican en avances “pequeños” sostienen las profesionales, en gestos de solidaridad, en algunas alegrías.“Con la radio he tenido muchos momentos en que he sentido que esto sirve, pequeñas cosas, como que habilitaste a que alguien salga el hospital después de años de no salir porque no había nada por hacer afuera. El recorrer el Parque Urquiza, decir algo y que lo escuchen del otro lado”, ejemplifica Laura.“La difusión que ha logrado el proyecto generó que ellos —los presos— se vean en una sección de El Diario que no es policiales, que se vean pintando el mural en la tapa de El Diario o en la radio abierta a través de la tele, esa satisfacción de tomar la palabra para decir que están haciendo algo que está bueno, también te hace creer a vos y seguir adelante”, concluye Gretel.El Diario
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